miércoles, 13 de febrero de 2008

No hay Amor mas grande que el de un Amigo

Esta Historia la tomé del libro "Caldo de pollo para el alma inquebrantable", que es un recopilatorio de historias y experiencias reales narradas por gente común y corriente como nosotros que comparten sus particulares apreciasiones de la vida para sortear obstáculos de la misma. Esta historia en particular me gustó mucho, debido a la lección que encierra dentro de ella, muy alusiva a la época de amor y amistad. Leanla y espero que les conmueva tanto como lo hizo conmigo.


Cualquiera que haya sido su objetivo, las ráfagas de mortero cayeron en un orfanato administrado por un grupo de misioneros en una pequeña aldea vietnamita. Los misioneros y uno o dos niños murieron de inmediato y muchos otros niños quedaron heridos, entre ellos, una niña de ochos años de edad.

La gente de la aldea solicitó ayuda médica a un pueblo vecino que tenía comunicación por radio con las fuerzas norteamericanas. Finalmente, un médico y una enfermera de la marina americana llegaron en un jeep solo con sus botiquines. Determinaron que la niña era la mas gravemente herida, y que sin una acción rápida, moriría de una conmoción y pérdida de sangre.

Era urgente una transfusión, para lo que se requería un donador con un tipo de sangre compatible. Una prueba rápida mostró que ninguno de los americanos tenía el tipo adecuado, pero sí algunos de los huérfanos ilesos.

El médico hablaba un poco de vietnamita y la enfermera tenía nociones superficiales de francés. Utilizando esta combinación, junto con mucho lenguaje a señas improvisado, trataron de explicar a su joven y asustado auditorio que a menos que pudieran reponerle a la niña un poco de la sangre que habia perdido, con certeza moriría. Luego preguntaron si alguno estaría dispuesto a donar sangre para ayudarla.

Su solicitud fué recibida con profundo silencio y ojos de asombro. Después de un largo rato, una pequeña mano se elevó lenta y vacilante, cayó de nuevo y se volvió a levantar.

- Oh, gracias -exclamó la enfermera en francés -¿Cual es tu nombre?

- Heng -fué la respuesta.

De inmediato se le acostó en una plataforma, se le desinfectó el brazo con alcohol y se le insertó una aguja en la vena. A lo largo de esta severa prueba, Heng se mantuvo rígido y mudo.

Después de un rato dejó escapar un escalofriante sollozo y se cubrió de inmediato el rostro con la mano libre.

-¿Te duele, Heng? -preguntó el médico. Heng negó la cabeza, pero al poco rato se le escapó otro sollozo y de nuevo trató de disimular el llanto. Una vez más preguntó el médico si le dolía la aguja y Heng volvió a negar con la cabeza.

Pero ahora sus sollozos ocasionales dieron paso a un continuo llanto silencioso, cerró los ojos con fuerza y apretó el puño contra la boca para ahogar sus gemidos.

Al equipo médico le empezaba a preocupar la situación, era obvio que algo andaba muy mal, cuando llegó una enfermera vietnamita a ayudar, y al ver la angustia del pequeño, le habló presurosa en vietnamita, escuchó su respuesta y lo consoló.

Después de un rato, el paciente dejó de llorar y miró inquisitivo a la enfermera vietnamita. Cuando ella asintió con la cabeza, en el rostro de Heng se desplegaron muestras de gran alivio.

Levantando la vista, la enfermera explicó sosegada a los americanos:

- Pensó que se iba a morir. Los malinterpretó. Pensó que le habían pedido toda su sangre para que la niña pudiera vivir.

- ¿Pero por qué estuvo dispuesto a hacer eso? -Preguntó la enfermera de la marina.

La enfermera vietnamita repitió la pregunta al pequeño, quién simplemente respondió:

"Porque es mi amiga."

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